«Para pertenecer totalmente al Señor las personas consagradas abrazan un estilo de vida casto [...]. Vivir una vida casta quiere decir también renunciar a la necesidad de aparecer, asumir un estilo de vida sobrio y humilde. Los religiosos y las religiosas están llamados a demostrarlo también en la elección del hábito, un hábito sencillo que sea signo de la pobreza vivida en unión con Aquel que siendo rico se hizo pobre para hacernos ricos con su pobreza (Cf. 2 Corintios 8, 9). De este modo, y sólo de este modo, se puede seguir sin reservas a Cristo crucificado y pobre, sumergiéndose en su misterio y asumiendo las opciones de humildad, pobreza y mansedumbre» (Zenit, 22.5.06).
Traducción
«Vivo en un palacio, rodeado de lujos y con la posibilidad de un goce artístico incomparable. Los costosísimos hábitos que visto son acordes con mi dignidad pontificia, propia de quien sí tiene necesidad de aparecer públicamente, para cautivar a las masas. Mi vida, desde luego, en nada se parece a la del “Cristo crucificado y pobre”. Pero es que yo soy el papa, jefe de un estado diminuto pero poderoso, conductor de una macroiglesia no exactamente fiel al evangelio verdadero... Yo no soy la persona llamada a dar ejemplo, sino a exigirlo, para que al menos pueda decirse que en nuestro seno lo damos.»
Traducción
«Vivo en un palacio, rodeado de lujos y con la posibilidad de un goce artístico incomparable. Los costosísimos hábitos que visto son acordes con mi dignidad pontificia, propia de quien sí tiene necesidad de aparecer públicamente, para cautivar a las masas. Mi vida, desde luego, en nada se parece a la del “Cristo crucificado y pobre”. Pero es que yo soy el papa, jefe de un estado diminuto pero poderoso, conductor de una macroiglesia no exactamente fiel al evangelio verdadero... Yo no soy la persona llamada a dar ejemplo, sino a exigirlo, para que al menos pueda decirse que en nuestro seno lo damos.»